viernes, 31 de octubre de 2008

El implacable aroma de la naranja

LA VIGILIA - CAPITULO 17

Esta es mi toma número dos. “Toma II”, le puse.

Como a la primera, la grabo en video. Me paro frente al espejo y hablo.

Casillas dice que él también lo hace. Le ayuda a concentrarse.

¿Pero de qué hablo hoy?

Mejor, stop y vuelvo.

***

Yo, a la palabra “flipar” llevo utilizándola una torta de años. Lo mismo que echar un polvo. Pero cuando escucho a Casillas, español de esta tierra, hablar de gilipolleces en argentino, mi madre. Hay que ser cojonudo.

El tipo se cree muy guay, jolines. Que ya ni es la rula de anfeta y speed ni que se le pase dándose el rulo. A Casillas ya no le calma nada. Ni un el canuto ni la trompeta.

Bueno, sí, algo: la última semana se la ha pasado bastante limpio. Huele naranjas todo el santo día.

No es que las coma y luego repase las cáscaras por la nariz. Huele la naranja. Sin abrir.

La hace girar en la mano mientras camina por los pasillos. Camina lentamente y mira. Camina, gira la naranja, huele, mira. Camina, gira, huele, mira. Y dale que va: interminable. Como si el aroma le transportara.

Porque eso sí, todo es igual que siempre. Está tan ajeno y galáctico como nunca, sin escuchar a tirios ni troyanos. Creo que ni el griterío de los locos le llama la atención.

Algo le ocurre. Han de ser las naranjas.

***

Ha habido una protesta de los médicos, sin ir más lejos. Antes las cortaba a los gritos. O a los golpes, como cuando le rompió una silla en la espalda al anestesista.

Ahora los médicos poco más y le gritan en la cara que no les presta atención, que esto no es administrar.

Y él, nada. Naranja.

Cuando le pregunté qué hacía, me respondió: “Estoy seducido por un implacable aroma, Fernández”. ¿Todo eso puede una naranja, coño?

Los médicos le han dicho que tiene que escuchar sus reclamos por más insumos. Basura: así enmascaran que quieren píldoras para reventar a los internados y a ellos mismos.

Hay un par que de tan volados se creen herederos naturales de Casillas. Ni en sueños.

Vamos, que aquí no somos todos compis ni chavalines, precisamente. Aquí todo mundo quiere su lugar. Merecido o no.

Y en mi caso es puro merecimiento. He hecho lo debido e indebido. Torcí la espalda. Diluí toda frontera subjetiva. No me queda moral en el depósito; apenas interés.

Ahora bien, Casillas sabe que me debe. Me debe. Lo que hice por él —el encubrimiento— excede mi infortunio —la complicidad.

Es un pacto de caballeros y los pactos de caballeros deben respetarse. Él dijo que entregaría los papeles. Yo que nunca hablaría. Conveniencia mutua.

Pero no puedo esperar a su muerte. Demasiado tiempo. Mi vida se vuelve damocliana, cada año pendiente de que el cabello se corte.

Nada de negociación: los papeles, ahora. Volveremos a conversarlo. O no me contará en las próximas preparaciones. Qué nombre ese. ¿Qué prepara? Desmenuza gente.

Un día de estos algún loquillo se nos pierde, que te lo aseguro. Se nos va a ir uno. Temo que sea cuando la rula se le pase. No se detiene.

No es que pierda la cabeza: no la tiene. Cómo puede ser tan mecánico y frío, quién sabe. Pero les hace de todo sin un gesto. Como si fuera una máquina. Dos máquinas. Él y ellos: Casillas aprieta un botón; el loco reacciona. Causa y efecto.

***

Vuelvo atrás: su muerte. No puede saber cuándo va a morir. Si todos supiéramos, esto sería una fiesta o angustia viva. O nos lanzamos a disfrutar y echarnos polvos a mansalva o nos encerramos como el tío de la peli de Pink Floyd. ¿Cómo se llamaba?

Por una u otra razón, si sabes cuándo mueres, acabas loco. Si no siempre, en algún minuto tomas conciencia de que se acaba el tiempo.

Joder, ahora que lo pienso, ¿Casillas no creerá estar en esa carrera? ¿Por todo eso hará esto?

No: él dice que es investigación. Su contribución al avance de la ciencia. Así lo dice: contribución al avance de la ciencia. No niego que tiene lo suyo. Allí están sus papeles, con todas sus anotaciones puntillosamente ordenadas.

Cómo puede con tanta pasta encima es un enigma pero cada nota siempre resulta en un apunte lógico. Y administrativamente burocrático, pues allí estamos todos. Yo. Los cirujanos. Los enfermeros. Cada quien con nombre y apellido, función, tarea desempeñada, cuerpo preparado.

Sí, cuerpo preparado. Aquí nadie es persona.

***

Definitivamente, debemos asegurar ese material. Casillas comete un error de empastillado y perdemos todo.

Hablaré con él. Oh, y le mostraré esto. Quizá sea algo que sirva; quizá le cambie el semblante. Qué idea: ¿y si se lo muestro mientras prepara? Quizás reaccione.

Ver su vulnerabilidad. Buen punto.

¿Que quién me envió esto? Me temo que es La Loca Estela. Su Charo. Porque sigue siendo suya, a pesar de mis... En fin.

Yo no me creo que esta tía ande así como así por aquí. No hay loco cuerdo: los chiflados no se encierran a voluntad. Con ella hay gato encerrado. Veremos.

Mientras, sí, esto puede funcionar. Sí, ya digo: es un recorte de periódico. Lo pasaron por debajo de la puerta de casa.

Es de El País. Dice que los argentinos buscan a tíos de la dictadura que se cargaban gente. Que pagan por ello. Quién sabe.

***

No, no aparece el nombre de Casillas. ¿Serán amigos suyos? Puede ser. Veremos qué le pasa.

El recorte venía con un Post it, por eso pienso usarlo. Escrito a mano. En argentino: “Mostráselo a tu director”.

¡Que es muéstraselo, coño! No sé de qué sirvieron años de enseñarles para que destrocen el idioma. Esta gente ya ni habla bien.

PROXIMO › YO Y EL CUARTO DE LOS TRASTOS

 
© diego fonseca licencia creative commons ∙∙∙∙∙ © 2008 - 2009 - [ Village ] diseño de doxs | templates