viernes, 8 de agosto de 2008

Ser, no soy, fuiste y será

CAPITULO 8

Este era el estado de situación. De un lado, la colorida troupe de Charo. Cuatro sujetos delgados, en sus treintas y cuarentas, apiñados en un sofá de terciopelo rojo. Berluti, Mara y Zegna cuereándoles los dedos, Trosman en las piernas y medio Sao Paulo Fashion Week en el torso. Todos rodeando a Charo, de olímpico negro. Tras ellos, en la pared, una réplica de Miró. Rojos, amarillos, azules y blancos. Explosión.

Al frente, solo en un sofá de cuero marrón, Casillas. El intratable. El ácrata. El químico. El criminal y humano Casillas. Pantalón de algodón color caqui, camisa blanca y pelo en pecho. En una mano una fruta, en la otra un vaso de agua. Sudando como caballo a pesar del ventilador.

¿Ambiente? Al margen del verano, Buenos Aires sigue tórrido. Afuera la lluvia apalea a Palermo.

Casillas se confiesa. Quién o quién no es quedará dicho en los próximos minutos. Para empezar, saca un tubito de aluminio amarillo del bolsillo del pantalón. Lo sacude, lo destapa y selecciona cuatro píldoras. Una por marca: Ritalin, Adderall, Vicodin y Oxycontin. Las tira al aire y las emboca. Trago de agua, mordisco apresurado de la manzana ácida y ahí vamos.



Casillas

Charo & La Corte de Rosario

Tienes que saber esto, Charo: he asesinado a alguien. O, más bien, ayudé a alguien a morir...



¿Qué decís, Casillas?

No interrumpas, déjame seguir.



Charo se incomoda; sus amigos se escandalizan en silencio, a puro gesto alterado.

No tengo la paciencia ni la persistencia para narrar mi historia completa. Todo me surge en fotografías que tengo que alinear sobre una mesa para que me den algún sentido. Eso y la pérdida del sentido y la memoria me obligan a repetir esa película, Memento, ¿te acuerdas?



Charo asiente; los demás, también.

Mi... Mi vida es una gran ficción. Sí, empezaré por ahí. Construí mi mundo a base de relaciones antes que conocimientos, digamos, formales. Mis papers son refritos bien escritos porque la palabra siempre se me dio. Mis ponencias y conferencias, igual. Tengo un don teatral. ¿Alguna vez soñaste que pudiste ser otra cosa de lo que sos, de lo que eres o fuiste?



No.

Casillas se acomoda en el sofá.


Siempre supe que bastaba la idoneidad para construir una carrera. Si este es un mundo de impostaciones, como creo que es, yo no soy sino un actor menor. Y no me justifico, sólo me explico. Nos piden certificados para aceptar nuestra valía, pero prácticamente he demostrado saber más que muchos chicos de escuela.



¿Estás justificando lo que hacés? Mataste o ayudaste a matar, no importa, es ilegal, Casillas, se enfada Charo. No podés...

Espera, te digo. Sólo estoy describiendo el plano en el que muevo mi existencia, nada más. No hago ni hagas juicios de valor, mujer. Espera y escucha.



Charo decide esperar. La corte la sigue.

Mi vida tiene un derrotero único, que puedo describirte ya mismo: moriré a los sesenta y tres años en Madrid, dirigiendo el hospital que dirijo, porque así lo he decidido. No, espera...



Charo está por interrumpir

...No estoy enfermo ni nada. Sólo sé que voy a morir y nada hay que pueda remediar eso. No es ni siquiera una decisión; sólo ocurrirá.



Ahora sí interrumpe.


Nadie muere por decisión.

Te equivocas, mi querida, todos nos dejamos morir.



Sabés bien qué quiero decir, Casillas.

Vos... Tú también. Pero déjame seguir. Lo importante en esto es que mi muerte será precedida, como lo ha sido antes, por hechos increíbles. Debes... Debes saber que he cometido ese crimen. O eso es para la ley. Según yo, ayudé a morir a alguien. En un accidente con mi coche, un tiempo atrás, cuando aun no estaba contigo.



Charo está enfadada. Casillas sabe que hablará y la detiene con un gesto de la mano.

No es todo, aguarda. Después me dirás lo que quieras. En el hospital... En el hospital, experimento. Los chiflados no entienden nada, así que me dedico a probar la resistencia del cuerpo a la electricidad, la falta de aire, los golpes, las sustancias...



Ahora son los amigos de Charo quienes se han puesto lívidos.

Torturas, sí. Torturo gente.



Charo no interrumpe. Su cara no dice nada.

Y aquí, en Buenos Aires, he decidido incorporarme yo mismo al experimento.



Charo sigue inexpresiva. Casillas no se detiene.

Durante las horas que desaparecí, me emborraché, me fui a una zona oscura, no sé bien dónde, y me acosté con unos vagabundos.



Vagabundas, querés decir, interrumpe ella.

Vagabundos.



En otras circunstancias, la corte de Rosario sonreiría, pero están paralizados.

Tampoco sé por qué. No es apetito por la destrucción ni nada parecido. Creo que, en realidad, soy amoral. No pertenezco a nada.



Ok, Charo decidió que es el fin. Se para.


Suficiente, Casillas. No quiero saber más. No necesito más. Te voy a decir un par de cosas que debés saber. En primer lugar, no hay amoralidad posible. No en vos, al menos, porque no estás fuera de nada sino dentro de todo. Segundo, voy a creer, sí, voy a creer que en realidad tuviste un affaire y que no tenés las pelotas de admitirlo, así que inventaste toda esta historia...

Créelo, Charo, es verdad...



Charo niega con la cabeza y los ojos cerrados: no quiere escuchar esas palabras.


... inventaste, enfatiza, inventaste toda esta historia para tapar lo que sea que hayas hecho. Y no, dice mirando firmemente a Casillas, procurando que entienda su propia explicación, no necesito que me digas más ni quiero oir más. De tu infidelidad hablaremos más tarde, dice, y se incorpora.

Casillas queda enfrentado a los amigos de Charo, que lo miran como a una atracción zoológica. No discutirá más estando ellos allí.



Charo se vuelve un instante.


No me interesa, dice aguantando la naúsea, tu supuesto dilema del ser, si podés decir soy o no soy, ni lo que fuiste o hayas hecho. No me interesa si tenés huesos enterrados en el jardín de una casa de pueblo. ¡¡No-quiero-saberlo!! Lo que importa, lo único que importa, es lo que será... Y eso es algo que hablaremos después, como debió ser esto, porque podrías haber tenido la decencia de hablar esto en privado y no frente a mis amigos...


Charo se escurre tras la puerta de la cocina y los amigos asienten levemente, hasta que Casillas les echa un ojo.

No te preocupes por eso, dice controlando el tono, mirando directamente a los invitados del sillón rojo, si aquí no pasó nada, ¿no es cierto?



La corte de Rosario dice que no, que qué va.


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COLABORARON EN ESTE EPISODIO: SOBORO (ESP), CATALINA MARCHITA Y MISS HEINZ Y NIPPUR DE LAGASH (ARG) Y DANIEL PUGA (URU).

 
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